Vol. 9 Núm. 3. Julio 2025. Divorcio como determinante social: Implicaciones para la salud integral y estrategias de prevención

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DIVORCIO COMO DETERMINANTE SOCIAL: IMPLICACIONES PARA LA SALUD INTEGRAL Y ESTRATEGIAS DE PREVENCIÓN

DIVORCE AS A SOCIAL DETERMINANT OF HEALTH: IMPLICATIONS FOR HOLISTIC WELL-BEING AND PREVENTIVE APPROACHES

Vol. 9 Núm. 3. Mayo 2025 - Julio 2025.

ISSN: 2530-5468
DOI: 10.5281/zenodo.15828767
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Sanum. vol. 9, número 3 (2025) páginas 122 – 131

AUTORES:

Maira Alejandra Guayambuco Medina M.D- Pontificia Universidad Javeriana, Cali; Colombia.

Jhan Sebastián Saavedra Torres, MD, M.Sc. Integrante del Grupo de Investigación en Salud (GIS), Popayán, Colombia.

Fisher Alejandro Ayala Gordon, PhD. Abogado en el soporte de procesos de control de salud. Doctorado en Teología y Pastor Principal de la Iglesia Jehová Tsidkenu Del Cliff, San Andrés Isla, Colombia.

Oscar Andres Dussan Gutiérrez M.D- Cirujano de la Universidad Sur colombiana; sub especialista en Cirugía Oncológica, Pontificia Universidad Javeriana, Cali; Colombia.

 

Tipo de artículo: Artículo de Revisión.

Sección: Psicología, sociología y Medicina de Familia.

 

Fecha recepción: 16-04-2025

Fecha aceptación: 01-07-2025

 

RESUMEN

El divorcio se presenta como un fenómeno social con importantes repercusiones en la salud física y mental, afectando a individuos de todas las edades. Diversos estudios han demostrado que las personas divorciadas presentan mayores tasas de mortalidad, depresión, enfermedades crónicas y abuso de sustancias en comparación con las que permanecen casadas. Esta revisión tiene como objetivo proporcionar un análisis exhaustivo de la literatura existente sobre el impacto del divorcio, explorando tanto sus efectos inmediatos como sus secuelas a largo plazo en diversas poblaciones, incluyendo niños, adolescentes y adultos. Para ello, se consultaron bases de datos reconocidas (PubMed, Scopus y Web of Science) utilizando palabras clave como “divorcio”, “salud mental”, “salud física”, “estado civil” y “envejecimiento”.

Se incluyeron estudios empíricos, revisiones sistemáticas, meta-análisis y trabajos teóricos publicados en los últimos 25 años, y se aplicaron criterios de inclusión rigurosos. Los hallazgos revelan que el divorcio incrementa el riesgo de problemas emocionales, alteraciones en el desarrollo infantil, mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares y deterioro cognitivo en la vejez, siendo factores moderadores la calidad del apego, el insomnio post-separación y la violencia doméstica. En conclusión, se destaca la necesidad de intervenciones multidisciplinarias y políticas públicas integrales para mejorar la calidad de vida de las personas afectadas por este fenómeno.

PALABRAS CLAVE:

Divorcio;

Salud;

Depresión;

Enfermedades Cardiovasculares.

ABSTRACT:

Divorce emerges as a social phenomenon with significant repercussions on both physical and mental health, affecting individuals across all age groups. Numerous studies have demonstrated that divorced individuals exhibit higher rates of mortality, depression, chronic diseases, and substance abuse compared to those who remain married. This review aims to provide a comprehensive analysis of the existing literature on the impact of divorce, exploring both its immediate effects and long-term consequences on diverse populations, including children, adolescents, and adults. To achieve this, recognized databases (PubMed, Scopus, and Web of Science) were searched using keywords such as “divorce,” “mental health,” “physical health,” “marital status,” and “aging.”

Empirical studies, systematic reviews, meta-analyses, and theoretical works published in the last 25 years were included, applying rigorous inclusion criteria. The findings reveal that divorce increases the risk of emotional problems, developmental disruptions in childhood, a higher incidence of cardiovascular diseases, and cognitive decline in later life. Moderating factors such as attachment quality, post-separation insomnia, and domestic violence further amplify these effects. In conclusion, the review underscores the need for multidisciplinary interventions and comprehensive public policies to improve the quality of life for those affected by divorce.

KEYWORDS:

Divorce;

Health;

Depression;

Cardiovascular Diseases.

INTRODUCCIÓN:

El divorcio, más allá de su dimensión jurídica, ha emergido como una experiencia biopsicosocial compleja con implicaciones profundas en la salud individual y colectiva. Estudios recientes destacan que, sin distinción de género, las personas divorciadas presentan un mayor riesgo de mortalidad, trastornos afectivos, enfermedades crónicas y consumo de sustancias en comparación con quienes mantienen una unión conyugal estable (2,3). Estos efectos, lejos de limitarse al ámbito psicológico, trascienden hacia el funcionamiento físico y social de los individuos.

Desde una perspectiva de salud pública, el divorcio debe comprenderse como un determinante social que condiciona el acceso, la calidad y los desenlaces de atención en salud (4,5). Aunque muchas personas logran atravesar este proceso con resiliencia, otros presentan secuelas persistentes asociadas a culpa, insomnio o crisis identitarias que afectan su funcionalidad cotidiana (2,3). La ruptura conyugal modifica no solo las relaciones afectivas sino también la estructura misma del entorno familiar, afectando especialmente a los hijos y a las dinámicas intergeneracionales (3,4).

En este contexto, se vuelve esencial revisar la evidencia científica sobre los efectos del divorcio en diferentes grupos poblacionales y a lo largo del ciclo vital. Esta revisión se propone analizar críticamente los principales hallazgos de investigaciones empíricas, metaanálisis y estudios teóricos de las últimas décadas (2,3,4,5), con el fin de delimitar las consecuencias del divorcio en la salud física y mental, identificar vacíos de conocimiento y fundamentar propuestas de intervención interdisciplinaria que trasciendan la lectura meramente legal del fenómeno.

METODOLOGIA:

La presente revisión se realizó mediante un enfoque sistemático, con búsquedas en PubMed, Scopus y Web of Science. Se emplearon palabras clave como “divorcio”, “salud mental”, “salud física”, “desarrollo infantil”, “estado civil”, “envejecimiento”, “cardiovascular” y “deterioro cognitivo”. Se incluyeron estudios empíricos, revisiones sistemáticas, metaanálisis y trabajos teóricos publicados en inglés o español durante los últimos 25 años. Los criterios de inclusión exigieron análisis directos sobre los efectos del divorcio en la salud, diferenciando por edad y género. Se excluyeron investigaciones con escasa rigurosidad metodológica o sin evidencia directa. El proceso de selección consistió en una revisión inicial de títulos y resúmenes, seguida de lectura completa de los textos seleccionados. Se realizo con el modelo PRISMA. En total, se incluyeron 50 estudios: 27 empíricos, 2 longitudinales, 6 revisiones, 8 en neuropsicología, 6 teóricos y un informe institucional. Este manuscrito fue redactado por los autores. Se utilizó inteligencia artificial como apoyo en la edición de estilo y mejora de redacción.

RESULTADOS:

El entorno familiar cumple una función esencial en el desarrollo emocional, cognitivo y social de los niños (6,7). Cuando el divorcio ocurre antes de los 12 años, puede generar respuestas de estrés emocional y conductual que sobrepasan los recursos adaptativos del menor (5,6). Las investigaciones muestran que los hijos de padres divorciados presentan un mayor riesgo de ansiedad, depresión, ideación suicida, bajo rendimiento escolar y problemas de conducta, sobre todo si la separación ocurre en edades tempranas o durante la adolescencia inicial (5,6,7). La edad es un factor crítico: los niños pequeños tienden a internalizar los efectos emocionales del divorcio, mientras que los adolescentes manifiestan conductas disruptivas, aislamiento y consumo de sustancias como formas de afrontamiento (5,8,9).

Durante la adolescencia, el cerebro experimenta una reorganización estructural y funcional significativa. Esta alta plasticidad lo vuelve especialmente vulnerable a influencias ambientales como el divorcio, lo que puede alterar circuitos relacionados con la regulación emocional y la respuesta conductual, generando efectos prolongados (10,11). En este contexto, la calidad del apego cobra relevancia. El apego inseguro, más común en familias con rupturas conflictivas, se vincula con sentimientos de soledad, baja autoestima, inseguridad emocional y dificultades para establecer relaciones interpersonales estables (12–14). Por el contrario, un apego seguro actúa como factor de protección frente a trastornos de personalidad y favorece una mayor resiliencia.

La evidencia indica que los adolescentes entre los 16 y 19 años que experimentan el divorcio de sus padres presentan consecuencias emocionales que pueden extenderse hasta cuatro años después del evento (5,6). Además del impacto psicológico, es frecuente la exposición a contextos socioeconómicos adversos, como barrios con menor seguridad, condiciones habitacionales deficientes o instituciones educativas con bajos estándares (5–7). Cuando se preserva un vínculo sólido entre padres e hijos, se observan menores tasas de trastornos psiquiátricos y una mejor adaptación emocional (11–13).

Una dimensión crítica es la relación entre el divorcio, el maltrato infantil y la ansiedad adolescente. En hogares donde se ha producido una ruptura conyugal, los niveles de ansiedad en adolescentes alcanzan el 48,8%, superando el 35,1% registrado en familias sin separación (15,16). En casos donde el divorcio se combina con violencia intrafamiliar o segundas uniones conflictivas, los niveles de depresión y ansiedad pueden superar el 70%. Estos datos respaldan la necesidad de estrategias de intervención temprana dirigidas a prevenir y mitigar el impacto psicológico en niños y adolescentes.

El divorcio también repercute en la calidad de vida infantil. Investigaciones realizadas en Argentina y España confirman que los niños en edad escolar provenientes de hogares divorciados obtienen puntuaciones más bajas en indicadores de bienestar psicosocial, sobre todo en contextos de bajo nivel educativo o divorcios no consensuados (17–19). Madres jóvenes parecen reportar efectos más marcados sobre sus hijos, especialmente cuando carecen de redes de apoyo o recursos emocionales. Herramientas como el Cuestionario de Salud Infantil permiten detectar estos deterioros en la calidad de vida desde edades tempranas. Ver Figura No.1.

Figura No.1: El diagrama muestra cómo el divorcio impacta progresivamente la salud mental y física desde la infancia hasta la vejez, destacando factores moduladores como el insomnio y la violencia, y la importancia de la prevención mediante vínculos, apoyo y comunicación familiar. (Autoría propia de los autores).

En la adultez mayor, el estado civil se correlaciona con la esperanza de vida y su calidad. La esperanza de vida activa, los años vividos sin discapacidad, es mayor en personas casadas. Datos del sistema Medicare en Estados Unidos indican que los hombres casados viven en promedio 2,2 años más que los solteros, y las mujeres 2,4 años más (21–24). Estas diferencias no solo se reflejan en longevidad, sino en menor prevalencia de enfermedades crónicas. El matrimonio actúa como un amortiguador de riesgos para la salud, gracias al apoyo emocional, el cuidado mutuo y la regulación de conductas de riesgo.

El divorcio, por el contrario, incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares en un 42% en comparación con la población casada (25). Esta asociación se explica en parte por el estrés emocional, el insomnio persistente y los cambios en el estilo de vida. Además, quienes han enviudado o se han divorciado tienen un riesgo 1,55 veces mayor de sufrir un accidente cerebrovascular, lo que se relaciona con la carencia de apoyo emocional y una sensación sostenida de aislamiento (25,26). La recuperación tras un infarto de miocardio también es menos favorable en personas solteras, lo que resalta el valor protector del vínculo conyugal.

Las diferencias por género también son relevantes. Las mujeres divorciadas enfrentan un riesgo significativamente mayor de infarto agudo de miocardio, y este riesgo no disminuye incluso si establecen nuevas uniones (31,32). En hombres con antecedentes de dos o más divorcios, la probabilidad de infarto se incrementa en un 66% respecto a quienes nunca se han divorciado (31–33). Este patrón se acentúa en mayores de 65 años, donde la incidencia de eventos cardiovasculares tiende a aumentar. Curiosamente, la viudez no parece relacionarse con un aumento en los casos de insuficiencia cardíaca crónica, lo que sugiere que los efectos del estado civil varían en función del diagnóstico específico (36,37).

La alteración del sueño tras una separación es un síntoma común pero clínicamente significativo. Si el insomnio se extiende más de siete meses, la probabilidad de desarrollar hipertensión arterial sistólica se triplica (28–30). Esto ilustra cómo una consecuencia aparentemente menor del divorcio puede tener repercusiones fisiológicas graves, contribuyendo a un mayor riesgo cardiometabólico.

Las enfermedades físicas también inciden en la estabilidad de los vínculos matrimoniales. Cuando un miembro de la pareja padece una condición crónica, el otro asume cargas adicionales de cuidado que pueden tensionar la relación. La disminución de ingresos, el agotamiento emocional y la redistribución de roles domésticos incrementan el riesgo de disolución conyugal, sobre todo en relaciones ya frágiles (38–44). En estos casos, el divorcio no siempre refleja falta de compromiso, sino una sobrecarga no resuelta.

El impacto del diagnóstico de cáncer en la relación conyugal difiere según el género. Estudios muestran que las mujeres diagnosticadas con cáncer tienen seis veces más probabilidad de ser abandonadas por sus parejas en comparación con los hombres (45). Este hallazgo revela disparidades significativas en la respuesta emocional y conductual ante la enfermedad grave y evidencia patrones culturales de afrontamiento desiguales.

Durante la pandemia de COVID-19 se observaron transformaciones profundas en las dinámicas familiares. Se reportó un aumento de los divorcios, una disminución de la natalidad y una mayor prevalencia de violencia intrafamiliar, especialmente en países en desarrollo (46,47). La insatisfacción sexual, los comportamientos controladores, el abuso de sustancias y decisiones unilaterales se identificaron como factores asociados a la menor duración de los matrimonios (47,48). La crisis sanitaria intensificó vulnerabilidades preexistentes y desbordó los recursos adaptativos de muchas familias, subrayando la necesidad de intervenciones estructurales.

Finalmente, la violencia doméstica surge como una de las causas más frecuentes de disolución matrimonial. Tanto el abuso físico como el emocional deterioran la salud de todos los miembros del hogar y constituyen un indicador claro de relaciones disfuncionales (49,50). Abordar estas problemáticas con una visión de salud pública es crucial para la prevención del daño y la promoción de entornos familiares saludables.

Los hallazgos de esta revisión posicionan al divorcio como un determinante social con efectos significativos en la salud mental, física y el desarrollo psicosocial a lo largo del ciclo vital. En niños y adolescentes, predominan los trastornos emocionales, conductuales y las dificultades de adaptación (5,6; 10,11), mientras que, en la vejez, se incrementa la prevalencia de enfermedades cardiovasculares y deterioro cognitivo (25,27). Estos efectos se ven amplificados por factores moduladores como la calidad del apego, el insomnio y la violencia doméstica (12,13; 28,19; 30), lo que justifica un enfoque integral en salud pública.

Sin embargo, se identifican limitaciones metodológicas relevantes. La mayoría de los estudios revisados se concentran en contextos estadounidenses, presentan heterogeneidad en los diseños y carecen de consenso sobre variables clave, lo que limita su generalización (21–24). Esto abre la puerta a investigaciones futuras centradas en intervenciones culturalmente contextualizadas, programas de prevención interdisciplinarios y políticas públicas sensibles al impacto del divorcio.

Esta revisión invita a repensar el divorcio más allá del marco legal y a entenderlo como una experiencia compleja, con implicaciones clínicas, educativas y sociales que merecen una respuesta articulada desde distintos sectores.

DISCUSIÓN:

Los hallazgos de esta revisión permiten comprender con mayor profundidad cómo el divorcio actúa como un determinante social de la salud a lo largo del ciclo vital. La evidencia reunida sugiere que sus efectos no se limitan al ámbito emocional, sino que abarcan también consecuencias físicas y psicosociales relevantes. Los estudios revisados ​​coinciden en señalar un aumento en la prevalencia de trastornos del estado de ánimo en niños y adolescentes, así como un incremento en el riesgo de enfermedad cardiovascular y deterioro cognitivo en adultos mayores (5,6; 10,11; 25,27). Particularmente llamativa es la influencia de factores moduladores como el insomnio post ruptura, la calidad del apego y la exposición a contextos de violencia doméstica, los cuales intensifican la vulnerabilidad de los individuos (12,13; 28,19; 30).

A pesar de la solidez de estos hallazgos, esta revisión presenta algunas limitaciones que deben ser consideradas. Entre ellas, destaca la concentración de estudios en poblaciones occidentales, especialmente estadounidenses, lo que restringe la aplicabilidad de los resultados a otras realidades culturales (21–24). Además, la heterogeneidad metodológica entre estudios dificulta la comparación directa entre sus conclusiones, y pone de manifiesto la necesidad de una mayor estandarización en las variables evaluadas.

Frente a estas limitaciones, se hace evidente la urgencia de ampliar la base empírica con investigaciones longitudinales y culturalmente contextualizadas. Asimismo, resulta pertinente promover estudios que aborden de forma integrada los factores biológicos, psicológicos y sociales involucrados. En términos prácticos, estos resultados refuerzan la necesidad de diseñar estrategias preventivas, programas psicosociales y políticas públicas orientadas a mitigar el impacto del divorcio y fortalecer el bienestar de los individuos y familias involucradas.

DISCUSSION:

The findings of this review provide a deeper understanding of how divorce functions as a social determinant of health throughout the life course. The gathered evidence suggests that its effects are not limited to the emotional sphere but also include significant physical and psychosocial consequences. The reviewed studies consistently report an increased prevalence of mood disorders in children and adolescents, as well as a heightened risk of cardiovascular disease and cognitive decline in older adults (5,6; 10,11; 25,27). Particularly noteworthy is the influence of moderating factors such as post-breakup insomnia, attachment quality, and exposure to domestic violence contexts, all of which intensify individual vulnerability (12,13; 28,19; 30).

Despite the strength of these findings, this review has several limitations that must be considered. Notably, there is a concentration of studies focused on Western populations, particularly in the United States, which limits the generalizability of the results to other cultural contexts (21–24). Additionally, the methodological heterogeneity across studies complicates direct comparison of their conclusions and highlights the need for greater standardization in the variables assessed.

In light of these limitations, the urgency of expanding the empirical base through longitudinal and culturally contextualized research becomes evident. Furthermore, it is essential to promote studies that integrally address the biological, psychological, and social factors involved. In practical terms, these results reinforce the need to design preventive strategies, psychosocial programs, and public policies aimed at mitigating the impact of divorce and enhancing the well-being of the individuals and families affected.

CONCLUSIONES:

El divorcio, lejos de ser solo una decisión legal o personal, se configura como un fenómeno de alta complejidad con efectos tangibles en la salud física y mental. Esta revisión evidencia cómo la separación conyugal incrementa significativamente los riesgos de ansiedad, depresión, enfermedades crónicas y problemas psicosociales en distintos momentos del ciclo vital. En niños y adolescentes, los principales efectos se relacionan con alteraciones en el desarrollo emocional, conductual y escolar, mientras que en adultos mayores se identifican mayores tasas de enfermedad cardiovascular y deterioro cognitivo (5,6; 10,11; 25,27).

Estas consecuencias se ven amplificadas en presencia de factores como el apego inseguro, la violencia doméstica o la persistencia del insomnio tras la ruptura (12,13; 28,19; 30). Por otra parte, el análisis de la literatura permitió constatar la escasez de investigaciones longitudinales y la limitada diversidad geográfica de los estudios, lo cual constituye una barrera para la generalización de los resultados (21–24).

En respuesta a las preguntas planteadas en la introducción, esta revisión confirma que el divorcio debe ser entendido como un evento biopsicosocial con múltiples dimensiones, cuyas implicaciones trascienden lo individual y afectan estructuras familiares y comunitarias. De cara al futuro, se sugiere fomentar investigaciones que integren metodologías mixtas, enfoques interculturales y marcos interdisciplinarios. Asimismo, se propone avanzar hacia la implementación de políticas públicas que contemplen el acompañamiento emocional post-divorcio, el fortalecimiento de redes de apoyo y la promoción de intervenciones terapéuticas orientadas al bienestar integral.

CONCLUSIONS:

Divorce, far from being merely a legal or personal decision, emerges as a highly complex phenomenon with tangible effects on both physical and mental health. This review demonstrates how marital separation significantly increases the risks of anxiety, depression, chronic illnesses, and psychosocial problems at various stages of the life cycle. In children and adolescents, the main consequences are related to emotional, behavioral, and academic development issues, while in older adults, higher rates of cardiovascular disease and cognitive decline are observed (5,6; 10,11; 25,27).

These outcomes are further exacerbated in the presence of factors such as insecure attachment, domestic violence, or persistent insomnia following the breakup (12,13; 28,19; 30). Moreover, the analysis of the literature revealed a scarcity of longitudinal studies and limited geographic diversity among existing research, which poses a barrier to the generalization of findings (21–24).

In response to the questions raised in the introduction, this review confirms that divorce must be understood as a biopsychosocial event with multiple dimensions, whose implications go beyond the individual and affect family and community structures. Looking ahead, it is recommended to encourage research that incorporates mixed methodologies, intercultural approaches, and interdisciplinary frameworks. Furthermore, it is proposed to advance toward the implementation of public policies that include post-divorce emotional support, the strengthening of support networks, and the promotion of therapeutic interventions aimed at comprehensive well-being.

FINANCIACIÓN:
Los autores declaran que no recibieron apoyo financiero para la realización de la investigación ni para la publicación del presente artículo.

DERECHOS Y PERMISOS:

Se han gestionado las reimpresiones y permisos correspondientes con la revista SANUM científico-sanitaria.

CONFLICTO DE INTERESES:

Los autores manifiestan que la investigación se llevó a cabo sin vínculos comerciales o financieros que pudieran interpretarse como un posible conflicto de intereses.

DECLARACIÓN SOBRE IA GENERATIVA:

Durante la redacción de este manuscrito, se utilizó inteligencia artificial de manera asistida para mejorar la claridad del lenguaje, la estructura editorial y la coherencia estilística. Todas las decisiones conceptuales, analíticas y de contenido fueron realizadas exclusivamente por los autores humanos. Cumple con las directrices de Nature, Elsevier, Springer, ICMJE y COPE.

DECLARACIÓN DE CONTRIBUCIONES DE AUTORIDAD:

MAGM: Conceptualización, curación de datos, redacción del borrador original, análisis preliminar de fuentes bibliográficas.

JSST: Conceptualización, validación metodológica, análisis crítico de literatura, redacción – revisión y edición, supervisión general del manuscrito.

FAAG: Investigación documental, contextualización jurídica y sociocultural del fenómeno, redacción – borrador original.

OADG: Supervisión clínica, análisis de implicaciones médicas, validación de contenido, revisión final y edición.

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